Un nuevo texto nos ha llegado por correo electrónico y tal y como os habíamos prometido, lo publicamos. Y ello a pesar que no nos los firmáis, ni tenemos forma de contactar con vosotros. Así que disculpa compañero anónimo, si el titulo de la entrada no se corresponde con tu intención, pero como no te puedo consultar .....
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Trabajadores de Tres Amigos apoyando en las movilizaciones de los compañeros de Jovesa, en febrero del 99. |
En
estos días donde en nuestro país hay mucha gente pasándolo mal, donde nuestros
retoños no encuentran trabajo, donde los que lo tienen están trabajando en
precario y la gran mayoría del resto están agobiados porque no saben lo que les
falta para quedar de patitas en la calle, aquellos de nosotros que nos tocó
vivir el momento donde la reconversión no traumática de la minería nos apartó
del centro de trabajo en buenas condiciones tanto físicas como económicas , no
podemos ni debemos dejar de luchar codo con codo con todo aquel que lo
necesite.
¿Se
nos ha olvidado aquel sentimiento de solidaridad del que hacíamos gala y del
que tan orgullosos nos sentíamos?
Quizás
fuera otros tiempos, otros momentos, quizás teníamos otras edades, pero……. ¿las
injusticias por las que luchamos eran diferentes a las de ahora?
Si antes no mirábamos de lado ante las injusticias ¿lo vamos a hacer ahora?
Comparados con el resto, algunos somos unos privilegiados, incluso se nos
envidia y se nos critica pero ¿no tenemos hijos o parientes pasándolo mal?
Ojala nuestros hijos pudieran decir o hacer la misma reflexión que yo me hago
en el siguiente escrito.
Madre,
me alegro de no haberte obedecido.
Raramente
una madre se equivoca cuando de aconsejar a un hijo se trata, una madre que
vivió las estrecheces de una infancia donde la comida no era muy abundante ,
donde los jornales daban para lo que daban y donde con la magia de su sabiduría
supo sacar adelante y sin ninguna carrera ni estudios a sus cuatro retoños.
Una
madre que cuando empezaba a levantar cabeza porque la situación de su familia
mejoraba, pierde al compañero y queda con una mísera pensión y los retoños a
medio criar.
Esa
madre que no se sabe como, saca adelante la casa y anima a sus retoños a
estudiar y sobre todo al más pequeño de ellos que es el único varón.
Años
de sacrificios y de privaciones para que el güaje estudie.
Empiezas
en la Universidad
y cuando estás acabando, se te ocurre decirle a esa madre que abandonas, que no
quieres seguir, con lo que, todos los esfuerzos que hizo no van a valer para
nada.
Esa
madre que más allá de pedirte que recapacites nunca te ha echado nada en cara,
esperando que todo sea un calentón y que aunque le cueste un poco más acabes lo
que empezaste.
Esa
madre que sufre cuando al llegar a casa los primeros días de trabajo con las
manos llenas de ampollas, creadas por los guantes y la falta de costumbre, te
anima a que lo dejes y llora al verte marchar.
Nada
de lo que una madre así pueda aconsejarte puede ser malo, seguro seguro que
tenia razón.
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Nuestros compañeros, allá por 1976, en un entierro en Sama. |
El
orgullo y terquedad de aquel retoño le llevó a entrar a trabajar en la mina,
dándole a esa madre el primer y mayor disgusto de su vida.
Tu
padre se había matado en ella.
Hoy
años más tarde tengo la suerte de poder decir aquello de: “madre me alegro de
no haberte obedecido”, pero simplemente porque la suerte me ha sonreído y
porque me siento un afortunado desde mi prejubilación. Tus consejos eran los
acertados pero en el momento en que vivimos aquella equivocación que cometí
salió recompensada.
Se
que mi madre estará feliz por ello allá donde se encuentre