Una vez más, la rabia contenida brota desde muy adentro de mí, una vez más las lagrimas afloran a mis ojos como consuelo a la aflicción que me embarga, una vez más tenemos que aumentar la lista de mártires, pues mártires son todos aquellos trabajadores que fallecen en el puesto de trabajo.
De nuevo quedan en el camino compañeros que ya no volverán a sus tajos, pero no porque les llegue la prejubilación, que tenían bien merecida, como la tienen todos los que llegan a ella, NO, ……….no volverán a sus tajos nunca más.
Honrados trabajadores que dejan atrás familias destrozadas e hijos a medio criar, dentro de la mina.
Mina traicionera que a más de dar el sustento, juegas todos los días una partida cuya apuesta es elevada. Todos los días debe de ganársete esa partida, pues por desgracia quien pierde no vuelve a jugar nunca más. No das revanchas.
Mina excavada en las entrañas de la tierra, que cuenta con muchos ardides en su juego y cuya arma letal, entre otras, es el grisú.
El pozo Emilio del Valle es el protagonista de la última historia de desgracia de nuestra gran familia, la familia minera.
Atrás quedan recuerdos, unos lejanos como los de 1995 donde una deflagración de gas acabó con 14 de nuestros amigos y compañeros y otros más cercanos donde no por ser menor el número de los fallecidos son menos importantes, da igual que sea 1 o que sean 14.
La Familia Minera estamos de luto, porque fuimos mineros, porque somos mineros, porque…ante todo, seguimos siendo mineros y por ello estaremos como siempre presentes en los sepelios de nuestros compañeros. No hay justificación que nos aparte de cumplir con ese deber que tenemos hacia ellos.
Cada vez que un minero fallece, algo se muere en el alma y no se puede aguantar.