Como decíamos en el anterior reportaje, la historia de la
minería asturiana va mucho más allá del puro trabajo de extraer carbón. Sus
páginas están escritas con la sangre, el sudor y las lagrimas de muchos mineros
y de sus familias. Y que mejor ejemplo de ello, que las huelgas en las que los mineros de Asturias, condicionados por la
dureza del trabajo en las minas, dieron ejemplo a todos los trabajadores de
cómo hay que empuñar su mejor arma en la lucha contra el fascismo: la huelga.
Aquel germen que surgió un día de abril en Nicolasa, se
fue extendiendo a las demás minas, primero del Caudal, luego del Nalon y
posteriormente de toda Asturias, de una forma totalmente pacifica que
desconcertó e hizo tambalearse a todo el sistema represor: empresarios,
sindicato vertical, fuerzas policiales, miembros de los gobiernos, e incluso, y
porque no decirlo, al fascismo en España. Y es que bastaba un gesto, un
comentario, para provocar el paro; los mineros acuden a su centro de trabajo,
se cambian en el cuarto de aseo, recogen su lámpara y, con normalidad aparente,
se dirigen a su puesto de trabajo para, entre el mayor mutismo, proceder a
abandonarlo sin realizar labor alguna, y todo ello dentro de un clima ya caldeado
por las noticias que dan cuenta de lo que está sucediendo en
otros pozos, en la cuenca vecina o en las comisarías, y por las informaciones
que llegan a través de las ondas radiofónicas, principalmente las emisiones de
Radio España Independiente –la omnipresente Pirenaica- pero también
Radio París, la BBC y otras de onda corta con programas en castellano. La
emisora que el PCE tiene instalada en Bucarest se convierte en un medio de
agitación fundamental, hasta el punto de ser considerada por los servicios
policiales como la más escuchada e influyente.
Los esfuerzos policiales por identificar a los
responsables e instigadores de la huelga chocan con el predominio de las formas
colectivas de extenderla. Los liderazgos que indudablemente existen se apoyan
en valores compartidos por la gran mayoría y recurren para transmitir la
voluntad de sostener la huelga a códigos conocidos por todos, lo que les
permite diluirse en la masa y minimizar los riesgos de un excesivo protagonismo
individual. La fuerza extraordinaria que tienen estos códigos obreros de
solidaridad de clase acentúan el carácter pacífico de la huelga, puesto que las
presiones sobre los que no la secundan no precisan de la violencia: basta poner
de manifiesto su cobardía o su falta de solidaridad.
Las fuerzas represivas andan desatadas. Se practican
numerosos registros domiciliarios, generalmente nocturnos, cacheos, citaciones
en comisarías y cuartelillos, un constante patrullar de uniformados, la
imposición del toque de queda, la retirada de armas y escopetas de caza y, en
general, cuantas medidas intimidatorias son juzgadas convenientes. Se efectúan cientos
de detenciones: primero comenzaron por los mineros jóvenes pensando, quizá, que
eran ellos el alma de la huelga. Se los llevaban individualmente a altas horas
de la noche, los apaleaban brutalmente para que dijeran quiénes eran los que
dirigían la huelga. Dos o tres días más tarde los ponían en libertad. Posteriormente
detienen también a mineros viejos, igualmente de noche, que, en numerosos
casos, son apaleados lo mismo que los jóvenes. A algunos les han desfigurado; hay quien se resentirá mucho tiempo de
los golpes, y puede ser que toda la vida.
Nuestra pancarta en una concentración delante de las oficinas del Hotel Navarra |
Dan palizas brutales y después dejan a los apaleados en la calle para
que los demás huelguistas comprueben en ellos lo que les espera si no se
reincorporan al trabajo. Pero la represión no se quedaba solo en los mineros,
el minero está acostumbrado, el minero sabe cuándo entra a trabajar, pero nunca
cuándo saldrá de la mina, o si saldrá... sino
que afectaba de pleno a las familias, también a quienes desde los hogares
mantenían el espíritu y la cohesión de grupo y que si se hacia necesario
tomaban la calle o los centros de trabajo para acabar de paralizarlos, allí donde había esquiroles sembraban su
camino de granos de maíz para llamarlos gallinas hasta conseguir
que se unieran a los demás: las mujeres. Ellas fueron también
odiosamente maltratadas: insultos, palizas, les cortaban el pelo al rape...
Después quedaban detenidas.
Y pese a todo, y en medio de un
estado de excepción expresamente decretado para atajar las huelgas, cuando se
producen deportaciones de mineros (126) que están siendo concentrados en
Valladolid, la resistencia no cede, para desconcierto de los responsables
policiales. En el transcurso de la huelga, se produce un total de 395 ingresos
en prisión, además de aquellos que fueron retenidos en comisaría menos de 72
horas, sufriendo como hemos dicho, siempre malos tratos, y mas de 200 despedidos.
Algunos comentarios de los representantes del poder
fascista dan cuenta de su estado de animo y de sus pensamientos: en el sumario
abierto por sedición con motivo del conflicto, el gobernador civil calificó de
"subversiva" la actitud adoptada por los mineros, tanto por afectar
negativamente a la economía nacional, como por "mermar indudablemente el
principio de autoridad tanto del Gobierno como de sus agentes". "Parece
mentira, con la limpieza de comunistas que hemos hecho y todavía queda
raíz" así se asombraba un coronel fascista que presidía el juicio militar
a uno de los mineros que participaron en la huelga de 1962.
Nuestros compañeros en otra de las muchas manifestaciones en que nuestro Pozo estaba presente |
Parafraseando lo que se escribe en la contraportada del libro
de Gerardo Iglesias Por que estorba la
memoria, libro que desde aquí os recomendamos, “muchos podrán preguntarse
si valió la pena que los mineros y las familias que se involucraron en la lucha
contra la dictadura sufrieran tanto”. La respuesta hay que buscarla en esta
otra pregunta que desde este blog dejamos en el aire, porque pensamos que está
de total actualidad: ¿no sería lamentable, y a la larga mucho peor, si nadie se
rebelara cuando los políticos, los mercados, el capital, el sistema, etc.
arrebatan la libertad, la dignidad, los derechos y, porque no decirlo, el pan a
todo un pueblo, para tomar en propiedad el país entero, la democracia? ………….
Se aceptan opiniones, pero no dejemos de sentirnos
orgullosos de la lucha de la clase obrera, de lo conseguido por los mineros,
orgullosos de ser mineros y del lugar inolvidable que ocupamos en la historia
de la España moderna.