Yo me hice hombre escuchando estribillos como éste: Si
no trabajo me matan y si trabajo me matan. Siempre me matan, me matan. ¡Ay,
siempre me matan!.
Llevo unos meses en los que no puedo dejar de tararear
la dichosa cancioncilla y lo cierto es que me ha parecido que tal vez valiese
la pena compartir los motivos con vosotros. Creo que si alguien puede
entenderme sois precisamente vosotros, compañeros.
En Sudáfrica, un régimen más que jaleado por nuestros
ideólogos políticamente correctos, no sólo mantiene y ampara condiciones de
trabajo pseudoesclavistas sino que se atreve a usar la más atroz violencia del
estado para masacrar a quiénes tienen la intolerable osadía de manifestarse en
aras de mejorar su futuro.
Supongo que sus tenaces políticos seguirán cursos de
perfeccionamiento sofista en alguna universidad afín al Tea party; sólo así
sería comprensible que, además, se atrevan a acusar a los mineros que se
manifestaban de ser los culpables de la muerte de sus compañeros.
El estado no asesina; sólo reorienta.
Pero yo no puedo prescindir del tarareo. Es que eran,
son, mineros. sudafricanos, negros y mineros.
Estoy, decididamente, de psiquiatra. A mí también
deberían reorientarme. ¡Ay, siempre me matan!
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Los mineros italianos de Carbosulcis durante su encierro |
Italia, cuna de civilizaciones, miembro ilustre de
todas las organizaciones que lo son. Más mineros. Gentes indeseables, incultas,
empeñadas en no disfrutar de las evidentes ventajas del progreso que,
especialmente a las sociedades de la vieja Europa, ofrece la bobalización,
perdón, quise decir Globalización. Es exasperante tener que aguantar la necedad
de estas comarcas que, allí igual que aquí, no son capaces de agradecer lo ya
hecho. En lugar de disfrutar de las enormes ventajas que ofrecen conceptos como
la movilidad geográfica, la competitividad global, el reciclaje profesional, la
formación continua y el ocio creativo, estos personajes antisistema afrentan a
la sociedad a la que dicen pertenecer encerrándose en la mina ¡y con
explosivos!. Para esto les sirve la libertad a los botarates de los mineros.
Incluso uno de los más necios se atreve a hacernos creer que están desesperados
cortándose las venas ante las cámaras.
Y el problema es que en Italia el estado no sólo tiene
que reorientar, también debe cuidar las formas. De momento, mineros 1 estado 0.
Han derogado la ley que les suprimía el derecho a tener derecho a su propio
futuro. De momento.
El tarareo es obsesivo. Pero también es cierto que
ellos no tienen un ministro como el nuestro. Ya dejó claro Zapatero que les
habíamos adelantado, a los italianos…
Aquí, compañeros, ya no está claro cómo enfocar la
cuestión. Mineros tenemos, cada vez menos pero tenemos todavía. Explosivos,
creo que también; de hecho últimamente nuestro ambiente general es altamente
explosivo. Si en España se tuvieran que encerrar todos los que se están
quedando sin futuro merced a esta estafa planetaria que ellos llaman la crisis
financiera, no habría muros suficientes.
¿Hasta cuándo
vamos a seguir aguantando a esta panda de descreadores de mundos?
Para que cese mi tarareo necesito escuchar bien alto a
Víctor Jara cantando ¡A desalambrar!
Para que nuestros hijos vuelvan a tener derecho a
elegir su futuro os pediría a todos que vengáis el próximo día 15 a Madrid y os unáis a mi
grito:
¡QUE
SE VAYAN!
Mariano Bermejo