Os reproducimos el pregón que, nuestro amigo y ya compañero, Andres Velasco, nieto de uno de los Pepitos que teníamos de vigilantes en el pozu, nos contó el pasado dia 30 de Noviembre, en la carpa del parque Jovellanos con motivo de nuestra 4ª Reunión. Próximamente os pondremos el vídeo para aquellos que prefiráis escucharlo.
Gracias Andrés.
Gracias Andrés.
Buenos días a todos.
Cuando
en junio me llamó Florín para decirme que habían pensado en mí como pregonero
para esta comida no dude en decirle que sí. Y no lo hice porque aunque yo no
trabajé nunca en la mina, y los pozos que conozco solo los he pisado por fuera,
me siento uno más de la familia minera. A ella me unen lazos de sangre, que son
los que me han traído hoy aquí.
Bueno, que mi trabajo también me une a
vosotros, porque decirme, ¿Cuántos de vosotros no habéis utilizado alguna vez
las páginas de La Nueva España para envolver el bocadillo que llevabais para
comer al pozo?
Bromas aparte, desde que
nací mamé ese espíritu de lucha, de carácter, de compañerismo y de solidaridad
que todos y cada uno de vosotros, como mineros encarnáis. Y en mi casa siempre
he tenido muchos ejemplos de ello. Mi padre, José Ramón, sin ir más lejos, no
trabajó como vosotros en Tres Amigos, pero sí conoce otros pozos como Candín,
Fondón o Santiago, donde desarrolló su carrera en la minería hasta que se
prejubiló, y entonces pasó a desempeñar su actividad laboral y a
pluriemplearse... en las pistas de tenis de Vega de Arriba y fregando los
cacharros en casa. Mi madre Trini, mi abuela, Nieves, que además perdió un
hermano en la mina, mi propia hermana Lucia o mi novia Laura, tampoco son ni
fueron mineras, pero como igual que las mujeres de vuestras casas, también sufrieron
los miedos que provoca tener a alguien cercano trabajando en la mina. Una mina
en concreto, la vuestra, la de Tres Amigos, en la que trabajó muchos años,
tantos como 26, José Antonio González, Pepito, mi abuelo, del que hoy os voy a
hablar y por el que hoy estoy aquí.
Recuerdo aquellos años
en los que vivíamos en el barrio de Arroxo, en una casa con jardín, en la que
lo único que hacía era romper los rosales que mi güelu plantaba a balonazos y
jugar en aquella casa. También quería contaros una anécdota que recordaba de
cuando veía a Pepito llegar a casa con la calva llena de postillas y heridas.
Pero amigos, hace unos días se me cayó el mito, y me enteré de que llevo casi
30 años engañado. ¿Porque os digo esto?... Cuando yo le preguntaba a mi abuelo que que
era lo que había pasado y porque tenía heridas en la cabeza, el siempre me
respondía lo mismo: “fue un costeru”. Yo, inocente de mí, me lo creía. Puede
pasar, ¿no? Pues bien, la semana pasada, como os decía, se me cayó el mito.
Resulta que de costeros, nada de nada. En la casa en la que vivíamos entonces
teníamos un sotano con poca altura, y Pepito, que siempre fue muy amigo de
hacer chapuzas, pasaba allí mucho tiempo, y sin casco, no como en la mina, con
lo que más de una vez, aquellas heridas de la cabeza venían de rozar con el
techo del sotano… Menudos costeros había allí abajo…
Por mi trabajo, sobre
todo en estos dos últimos años me ha tocado vivir muy de cerca todo el
conflicto alrededor de la minería. También tragedias, como la de León de hace
unas semanas. He tratado de contar día a día en el periódico todo lo que
ocurría, de la manera más objetiva posible, aunque bien es cierto que siendo de
corazón minero y de familia minera a veces se hace muy difícil. Cuando ves
injusticias, cuando ves gente sufrir por sus puestos de trabajo, por su futuro,
por el de sus hijos o nietos, es muy difícil mantenerte al margen como un mero
observador que trata de contar las historias tal y como suceden.
El año pasado participé
en la marcha negra durante buena parte de la misma. Allí me di cuenta realmente
de lo que era la familia minera. Más allá de las diferencias que pudiera haber
entre unos y otros, todos somos personas, lo cierto es que entre los casi 200
hombres y mujeres que participaron, el sentimiento de hermandad era
generalizado. La lucha solo tenía un objetivo, salvar el carbón, salvar las
minas, salvar las comarcas mineras.
Unas comarcas mineras,
por otra parte, en las que cada vez hay menos población. Cada vez somos menos
porque los jóvenes, y vosotros lo sabéis bien porque seguro que tenéis algún
caso cerca, nos vemos obligados a coger las maletas, y salir de una tierra que
nos vio nacer pero que nos obligan a abandonar. Vosotros, amigos, sois un
ejemplo de que los jóvenes debemos luchar también por nuestra tierra, por el
futuro de estas comarcas, porque nos den alternativas para evitar que todo esto
se quede como un solar.
Amigos, hoy es un día especial para vosotros,
y también para mí. Me siento muy orgulloso de estar aquí dirigiéndoos estas
palabras, y más aun sabiendo que es la primera vez que hacéis esta reunión en
Mieres, la villa que me vio nacer, en la que trabajo, en la que vivo y a la que
quiero.
1 comentario:
Muchas gracias a todos vosotros por hacerme partícipe de un acto tan entrañable y especial.
Publicar un comentario