viernes, 4 de diciembre de 2015

Santa Bárbara


Hoy es Santa Bárbara, patrona de todos los mineros y por ello creo que es completamente necesario e inevitable hacer alusión en este blog a la festividad. Una fiesta que, por desgracia, cada año que pasa tiene menor repercusión, ya que nos quedan pocas minas y pocos miner@s. A pesar de ello no podemos, ni debemos, ni queremos, ¿a que no? olvidar quienes somos y de dónde venimos, aunque el a dónde vamos vale mas no preguntárselo, pues parece que la respuesta apunta a un futuro mas negro que el propio carbón. 
Lo cierto es que los mineros nunca nos hemos caracterizado por ser excesivamente creyentes, y de la mayoría de los santos, en el trabajo, solo nos acordamos cuando las cosas no nos salen del todo bien, aunque eso no creo que sirva para ganarse el cielo. Pero Santa Bárbara es diferente, es nuestra santa, nuestra protectora, y aunque solo sea cuando truena, nos acordamos de ella. Desde la ubicación de alguna de sus representaciones, siempre en algún lugar privilegiado de todas las minas y pozos, ha sido testigo, de las duras condiciones y penalidades que hemos sufrido los mineros, cuando salíamos de casa sin tener la certeza de volver. En otras ocasiones, ha sido testigo del llanto y el desaliento de algunas familias cuando el estridente y agudo aullido sin fin del “turullu”, alertaba a todos los alrededores de algún desgraciado y mortal accidente.
Comida de Sta Barbara en los años 60
No obstante, los mineros y las Cuencas nos hemos hecho siempre una piña en momentos difíciles y hemos sido también conscientes de que la dureza de nuestro trabajo, hay que combatirla y hacerla más llevadera con el disfrute, en determinados momentos, de alegría y fiestas. Por ello, el 4 de diciembre, los mineros veneramos desde antaño a nuestra patrona y protectora, Santa Bárbara, con todo tipo de actos, que gracias a la voluntad de grupos de compañeros y amigos, como la Hermandad de Sta. Barbara de Mieres, a las de alguno de los Pozos, al grupo Nuberu, etc. no han caído en el olvido. La tradición forma parte de nuestra identidad cultural y sigue siendo un testimonio de nuestro pasado, de ese pasado en que la actividad minera era el sostén de la economía, en el que el carbón era el modo de vida de casi todo el mundo, de lo que nos han legado nuestros padres y abuelos, y que sin lugar a dudas nos define como pueblo, como trabajadores, como grupo, y que constituye uno de nuestros signos de identidad más genuinos: sentirnos mineros, una raza única e irrepetible que siempre abanderó y sigue abanderando la exigencia de justicia social e igualdad, para estas comarcas hoy tristes y despobladas de juventud, casi abandonadas a su suerte. Pero no no pongamos tristes y repasemos la historia de nuestra protagonista.
Hermandad del año 1994
Cuenta la tradición recogida por Padres Benedictinos de Paris que “Un acaudalado pagano, noble y supersticioso, llamado Dióscoro, tenía una hija, Bárbara. …La joven admirada y elogiada por su virtud y belleza, era ferviente creyente…Bárbara recibió el bautismo, renunció al mundo y ofreció su corazón a Dios, rechazando a ilustres patricios que, alentados por su padre y seducidos por su hermosura y fortuna, la habían solicitado en matrimonio. Debiendo emprender viaje, Dióscoro, sea para sustraer a su hija de las influencias cristianas, sea para infringirle castigo, mandó erigir una torre de robusta obra de fábrica con dos ventanas y un baño romano adosado, para enceldar a Bárbara. Deseosa de honrar a la Santísima Trinidad, la reclusa ordenó se abriera una tercera ventana, y adosar una cruz en un muro del baño, como símbolo de fe cristiana, convirtiendo su patíbulo en alegoría, como hicieron los primeros creyentes. Cuando el padre regresó de su dilatado viaje, viendo el arraigo de su hija cristianizada, que se negó al culto de los dioses que despreciaba, y se afirmó en su decisión de seguir adorando a un Dios único y verdadero, enfurecido quiso ejecutarla, pero la joven logró zafarse…. El colérico padre, cegado por la ira, temeroso de los suyos y de la perdida de sus privilegios y caudales, arrastró ante el pretor de la provincia, a la infeliz que, condenada por el juez, fue supliciada. El martirio, según Baronio, tuvo lugar en Nicomedia…El exaltado padre, para mayor escarnio y ejemplo justiciero, exhibe a la torturada, despojada de toda vestimenta, a la aterrada población, pero a las súplicas de Bárbara el cielo responde velando con oscuras nubes y densa niebla el lugar, y Dios cubre a la mártir con una túnica. La tragedia se cierra con la decapitación de la joven por su propio padre, que acto seguido es fulminado por un rayo….”
Se desconoce a ciencia cierta el lugar de su martirio, ya que varias ciudades se lo disputan, entre ellas: Nicodemia, antigua ciudad de Asia Menor, al este de Propóntida, colonia romana, en la que murió Aníbal; o Heliópolis aunque no se precisa si fue la ciudad egipcia o la siríaca que destruiría el tártaro Tamerimán. La fecha de su martirio parece estar entre los años 235 a 313. Aunque en el santoral cristiano no aparecería hasta que el griego Metafrasto, incluyó en el mismo, allá por el siglo X, la vida de 122 santos, entre ellos Santa Bárbara. Su culto se entendió por diversos lugares tales como: Egipto, Asia Menor, Lavinia, Bélgica, Países Bajos, Francia, Suiza y en Alemania, concretamente en las regiones de Renania y Westfalia. 
Parece ser que esta tradición llega a España con el impulso dado a la minería por el rey Carlos III, promotor de la creación de la primera Escuela de Minas, en la población de Almadén, el 14 de julio de 1777. Hasta esa época los conocimientos del laboreo y de las técnicas mineras eran enseñados en unas pocas academias centro europeas, países en los que ya era venerada Santa Bárbara, como protectora de la minería. Esa influencia europea debió arraigar esta tradición por el patronazgo de la Santa de la Minería. Y desde entonces hasta hoy ¡VIVA SANTA BÁRBARA!

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