domingo, 4 de diciembre de 2016

Nostalgia en negro carbón

La mañana se levanta perezosa en Fabero. El frío ya es el propio del invierno y una ligera niebla cubre la media altura del municipio. La conversación del café es la habitual, entre los que hacen un alto en la obra y los que se preparan para entrar en la oficina. En el ambiente se respira una ausencia y uno entiende desde el primer momento que el Fabero que se presenta ante los ojos poco tiene que ver con el de hace no tantos años. No hay un solo momento en que en la amena charla no se note que, ese pueblo que hoy se despereza entre la neblina y un sol que calienta poco, añora un pasado condenado a vivir en la memoria colectiva. El café, bien acompañado del churro, ayuda a componerse la escena. Nadie se prepara ya para ir al auténtico tajo. La jornada es larga.
Según se llega a Fabero desde Ponferrada se empieza a intuir, allá en lo alto, la grúa del Pozo Julia. Se eleva inmóvil como un símbolo de un pasado próspero. A Fabero no le faltan símbolos de lo que fue, colocados de manera más o menos voluntaria. La Escuela del Ayer, con su cristalera tricolor; su Monumento al Minero, condecorado con una corona de flores y su calle principal, con gran parte de sus comercios castigados con la lápida de esta década, que no es otra que el cartel de ‘se traspasa’.
Pero no todo iba a ser resignación. En lo alto, el Pozo Julia aún guarda el recurso minero que Fabero busca valorar primero y que lo valoren los demás después. Alegría y Jose esperan dentro de lo que fue el edificio en el que estaban los vestuarios. Fuera hace frío, pero lo que hace dentro convierte a Fabero en paraíso tropical.
Allí, con la emoción propia del que enseña algo suyo, Alegría muestra dónde se cambiaba un millar largo de mineros antes y después de entrar al tajo. Un pabellón enorme de cuyo techo cuelga un ingenioso sistema de cables y perchas donde colgar monos o ropa de calle, según tocara, y el jabón para la ducha. Cada nivel profesional tenía su espacio, que ahora es aprovechado por la Facultad de Bellas Artes de la Complutense madrileña para componer y exponer obras de todo tipo. Ingenieros por un lado y mineros por otro, aunque según a qué parte se dedicaran «la relación era más o menos estrecha, porque algunos eran considerados de los nuestros».
Juan Alegría también tiene momento para destacar el necesario papel de las mujeres. Madres y hermanas fueron parte del mundo que rodea a la mina, sufriendo, trabajando y luchando tanto o más que los hombres. De hecho, comenta el minero, «empezábamos a trabajar con catorce años, niños y niñas». En aquella tierna edad, en el lavadero de La Recuelga, salía el carbón del Pozo Julia después de quince kilómetros de trayecto y ellos volcaban aquellos vagones. Un trabajo duro al que llegaban después de un buen trecho en bicicleta. «Estábamos locos», recuerda risueño el minero.
Al Pozo Julia se le guarda un respeto imponente en Fabero. La empresa encargada de su explotación, Antracitas de Fabero, fue referente durante el régimen y, con sus fallos y aciertos, «siempre miraron por los trabajadores, especialmente cuando empezó a estar presente el tema de la seguridad» como asegura Jose, otro de los que fueran mineros del Pozo encargado ahora de mostrar las instalaciones.
Toca salir fuera. Antes de entrar en la réplica a escala real de lo que hay a 300 metros de profundidad, Alegría muestra las grandes máquinas compresoras, un alarde de ingeniería estadounidense que está en Fabero fruto del amor entre un descendiente del dueño primigenio y una bella muchacha del nuevo continente.
La enorme jaula del Pozo Julia recibe antes de entrar en la recreación. De las profundidades llegan sonidos de agua que Alegría confirma: «Está todo inundado, pero se podría llegar a veinte metros de profundidad y poder recrearlo a esa altura, nosotros nos comprometemos a montarlo». Junto a la jaula aguarda la entrada de la réplica, perfectamente construida por un grupo de trabajadores de la mina.
No falta detalle. Todo es casi igual que en aquella mina que funcionaba a pleno rendimiento a partir de la década de los 50. Las herramientas, la cartelería y el tajo están presentes y apoyados gracias a la explicación vivencial de Alegría, que entre anécdotas desgrana con naturalidad la dureza de un oficio que lo fue todo y que ahora parece fruto de un pasado demasiado lejano. En esta nueva galería creada el visitante comprueba de primera mano la labor de estibadores, picadores y demás ramas mineras con la intensidad de quien cuenta lo que vivió.
En pocos días, Fabero subirá a Santa Bárbara en procesión hasta esta recreación para que pase la noche. Tomarán chocolate y bizcocho recordando cómo la prosperidad que se encontraba en las profundidades del pueblo se escapa en camiones que llegan de Gijón directos a Compostilla, la famosa térmica de la zona.
Alegría y Jose despiden la visita no sin antes ofrecer una charla sincera sobre la realidad minera y recomendar un buen sitio para que el recuerdo de Fabero quede también en el estómago. En el horizonte, los cien años que cumplirá el despegue del carbón en el municipio el próximo 2017. Un siglo en el que las cuencas han pasado del todo a la nada.

Santa Bárbara sin mineros

Artilleros, canteros, feriantes, electricistas y fundidores comparten con los mineros el patronazgo de Santa Bárbara, virgen y mártir del siglo III cuya festividad se celebra este domingo. Éstos últimos son los que, a la luz de la realidad del sector, menos parecen tener que celebrar. La trayectoria en picado y sin freno que sigue desde hace años el sector lo presenta abocado a un cierre, decretado por Europa, que no concuerda con el mantenimiento de quema de carbón en las centrales térmicas.
Del nuevo Gobierno los sindicatos no esperan, aunque reclaman, acciones directas para la defensa de la ya minúscula actividad, con la práctica totalidad de las compañías inmersas en procesos de expedientes reguladores, concursos de acreedores o liquidación. El argumento de que el carbón es una energía estratégica no mueve de momento, ni lo hará, las decisiones tomadas hace tiempo, y el 2018, año en el que las empresas mineras deberían devolver las ayudas recibidas desde 2010 pone una fecha tope en el calendario de vida de las minas de interior, más costosas de mantener que los cielos abiertos, cuya pervivencia es más probable si son rentables.
Así las cosas, un vistazo a la historia reciente de España dibuja un mapa con 45.000 trabajadores en la industria del carbón en 1990, que hace menos de una década ya eran 8.000. Ahora, el Régimen Especial de la Minería cuenta con 2.792 trabajadores inscritos -datos de la Seguridad Social de octubre- frente a los 3.547 que había a principios de este año.
En Castilla y León, la cifra al comenzar 2016 era de 828 (799 de la provincia leonesa y 29 de la palentina). La sangría continúa y Palencia mantiene únicamente 16 mineros y León, 378, es decir, menos de la mitad que al estrenar el año; datos que también dan idea de las consecuencias del cese de actividad en las zonas productoras. En la vecina Asturias, la presencia del grupo público Hunosa sostiene unas cifras sensiblemente más elevadas, con 2.117 trabajadores adscritos al Régimen Especial, frente a los 2.347 de enero.
También la Universidad refleja la decadencia de las profesiones vinculadas, con sólo siete nuevos ingenieros de Minas y 16 graduados en Ingeniería Minera -frente a 42 en ingeniería de la Energía – del Colegios de Ingenieros de Minas (Delegación de León) e Ingenieros Técnicos de Minas de Castilla y León (Norte) y Cantabria en el último curso. No obstante, tanto los veteranos como los titulados recientes, celebran estos días con diversas actividades la fiesta de su patrona.
Así se hace también en los municipios mineros, algunos de los cuales siguen manteniendo como fiesta local el día de Santa Bárbara. Misas, procesiones diurnas y nocturnas con la patrona a hombros, comidas o cenas de hermandad integran los diversos programas de festejos en torno a la santa y los que se suma también en Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León con sede en Sabero.
Marco Antonio Martínez Valledor es el actual secretario autonómico de USO. Minero prejubilado tras veinte años de actividad, fue presidente del comité de empresa de la Hullera Vasco Leonesa, empresa centenaria ahora en liquidación, a punto de iniciarse el desmantelamiento de sus explotaciones de interior.
Lamenta que las ayudas pactadas en el vigente Plan del Carbón para desnitrificar, es decir, para reducir las emisiones contaminantes, «ni están ni se las espera». Considera que, dado que «se va a seguir quemando carbón, lo lógico es que fuera el nuestro, en igualdad de condiciones y que hoy se ofrece al precio del internacional».
Las compañías elétricas, recuerda, deberían apostar por el mineral nacional y de su voluntad depende en buena parte que el sector tenga o no alguna posibilidad de futuro. También resulta vital que las empresas existentes a 31 de diciembre del año 2018, no tuvieran que devolver las ayudas recibidas hasta entonces; unos pagos claramente inasumibles. Si la minería fuese un enfermo, concluye, diría que «está en la UCI y tendría, entre comillas, posibilidades de recuperar algo».